Traslado |
Eran
sobre las diez y media de la noche del Miércoles Santo en el interior de la iglesia conventual de San Francisco, allí,
entre sus centenarios muros un buen número de personas se apresuraban a vestir
túnicas rojas o moradas según su condición en el mundo que es nuestra
Hermandad. Los jóvenes hombros que eran cubiertos con el tergal purpúreo, sería
los encargados de portar la majestuosa talla del Cristo del Amor, y los no
menos jóvenes y a su vez delicados hombros femeninos cobijados en el color
carmesí, llevarían a la que es reina de la Caridad hasta su trono de sueños
plateados.
Todo
comenzó con el relato de los postreros momentos de la pasión de Nuestro Señor
Jesucristo, y así, en silencio y con el
eco de sus últimas palabras, se inició el solemne traslado del Amor y la
Caridad hasta la Plaza de la Constitución, donde una vez llegado al templo
frugal en que se convierte el tinglado, comenzaron unos días que fueron fiel
reflejo de nuestra devoción.
Penitentes |
Y
por fin llegó el día esperado, el día más triste seguramente de toda la Semana
Santa y de todo el año, el día en que el Amor se entrega por Amor en una cruz
que es cruz de nuestros pecados. Que diferente al resto de las noches santas,
que seriedad, que sentimiento en las calles, que silencio…
Descendimeinto |
Pero
a las siete y media de esa tarde, y como dice el dicho, no cabía nadie más en
la remozada Plaza de la Constitución. Las primeras túnicas franciscanas con
infinitos capirotes negros se hacían presentes desde calle San Juan portando
los clásicos farolillos de la cofradía y siendo admirados por nuestras
horquillerías, que esperaban prestas a realizar su labor. Después, porque no
decirlo, de la preocupación de toda la junta de la cofradía por el temor a no
conseguir llenar los varales, la presteza, colaboración y pundonor de más de
250 corazones, nos quitaron ese peso de encima. Nunca habrá palabras para
agradecerles ese gesto, esperando que se perpetúe en el tiempo.
Primeros toques |
Se
cumplía este año el 45º aniversario de la primera salida de la Virgen de la
Caridad tras su rescate del desván franciscano, es por ello, que después de la
oración del consiliario de la Agrupación, nuestro querido cura Paco, y las
palabras del más antiguo de los jefes de trono veleños, Don Gabriel
Méndez-Trelles, los primeros toques de campana que hicieron que nuestros dos
tronos vencieran a la gravedad, los realizara el hermano fundador Don Salvador
Flores Martín, que un gesto de siglos, fundió pasado y presente, también hay
que decir, que su esposa, nuestra querida hermana Teresa Gallego Lozano, fue la
encargada de solicitar la venia en la tribuna oficial.
Amor |
Así,
a los sones de la marcha real y de los no menos conocidos de “El Salvador”, interpretados de forma
maravillosa por nuestra banda de cornetas y tambores, el trono que otrora recorriera calles
victorianas, o señoriales vías como la del marqués de Larios, portando un
misterio muy parecido al que desde 2013 presenta, inició su particular
catequesis visual a ojos de veleños y foráneos.
A
continuación, el rojo y morado se hicieron dueños de la plaza constitucional, y
a los sones rondeños de la marcha “Madre Hiniesta”, la Caridad de María comenzó
a bendecir al pueblo de Vélez.
Caridad |
Fue
una noche donde el aire primaveral, fresquito por cierto, no quiso perderse tal
procesión, lo que resultó una antítesis de lo ocurrido un año antes, donde el
calor y bochorno se añadieron al lógico cansancio de la penitencia. Así, entre
silencios, marchas y peñizcos transcurrió la Estación de Penitencia. Resaltar en
el trono del Cristo del Amor la curva de San Juan de Dios con sones de “Costalero
del Soberano”, o en las cuatros esquinas con “Pasión, muerte y Resurrección” y
que decir el paso por tribuna oficial disfrutando con las notas de “Una noche
de Jueves Santo” de película como se diría.
En
el trono de la Virgen más de lo mismo, con marchas tan de palio como “Mater Mea”
“Virgen del Amor Doloroso” “Reina de la Caridad” o “Como tú ninguna” una
verdadera lección de refinamiento y buen gusto.
Y
llegó la hora temida para muchos del encierro acompañados por nuestro consiliario, fray Jesús González Alonso, y aquí se paró el tiempo. Los
sones de “Pasa la Soledad” interpretada por la banda de música “Arunda” preparó
el clímax, que vino cuando la banda de cornetas y tambores Nuestra Señora de la
Caridad, se adueñó por derecho propio del momento, y regaló a todos las mágicas
notas de “Humildad y Sacrificio” para llevarnos al llanto y la emoción con la “Salve
en honor y gloria a la Virgen de la Caridad” donde retornó a su tinglado junto
al Cristo del Amor que la esperaba y todo terminó como tiene que ser, con los
sones de “Oración”.
Encierro |
Muchas
noches se han vivido y escrito en la cada vez más dilatada historia de esta
franciscana cofradía, pero creemos con razón, que la del pasado Viernes Santo
tiene que ocupar un lugar de privilegio. Desde aquí, solo repetir el eterno agradecimiento
a todas las personas que con su generoso esfuerzo y devoción lo hicieron
posible, porque…
¡Ubi Caritas et amor,
Deus ibi est!
¡Donde hay caridad y
amor, allí está Dios!